Visibilidad para emprendedoras y reputación para empresas

En esta semana que se cierra he tenido oportunidad de ocuparme de las dos caras de la moneda, de visibilidad y de reputación.

De lunes a jueves dirigí la primera edición del Curso de verano de Gestión de la reputación corporativa (IDEC UPF). En él hablamos de cómo se configura hoy lo que denomino «Reputación distribuida» de una empresa,  cuales son las principales plataformas 2.0 en las que los usuarios compartimos opinión, en qué constiste el seguimiento de la reputación, cómo realizarlo, cómo diagnosticar y cómo actuar, después, en consecuencia.

Los veinte participantes fueron muy activos y pudimos desarrollar un programa apretado en unos margenes de comodidad suficientes. Josán, uno de ellos, definió muy bien el enfoque del curso: «Empaquetar experiencia». La reputación distribuida es un concepto que justo ahora empieza a calar en las empresas, reticentes a asumir que han perdido el monopolio del mensaje. A la espera de que surja un corpus teórico que recoja los postulados y conocimientos necesarios para manejarse en este nuevo entorno, sólo nos queda compartir la experiencia profesional, y eso hicimos. Josán grabó y publicó este vídeo de servidora en plena intervención.

Ayer viernes, apenas finalizado el curso, impartí la conferencia «La visibilidad de las mujeres emprendedoras» en el encuentro que Anem, red de entidades de apoyo a la emprenduría femenina, celebró, nada más y nada menos que en La Pedrera de Gaudí. Hablar de visibilidad después de cuatro días intensivos de reputación es como volver a la luz después de las tinieblas.

Si, en general, los profesionales aún no aprovechamos todas las posibilidades que Internet nos ofrece para darnos a conocer, en el caso de las mujeres esta dificultad se acrecienta. ¿Por qué lo afirmo? Porque constato, por un lado, la escasez de referencias que las mujeres tenemos. Faltan emprendedoras de éxito que estén dispuestas a asumir un liderazgo social que sirva como espejo en el que vernos reflejadas. Por otro, las mujeres tendemos a la discreción y las acciones de visibilidad a menudo nos resultan poco cómodas. No hablo de TODAS las mujeres porque es imposible generalizar pero sí creo que existe esta discreción, la voluntad de «no aparecer,» y de ejercer más influencia que poder (y el poder es siempre más visible que la influencia).

Lo mejor de la jornada no fue la increíble sala diseñada por Gaudí: fue escuchar las experiencias de las profesionales que me precedieron y el almuerzo de trabajo posterior.  Para mí, poco dada a actividades «de hermandad», esa conversación con otras mujeres que comparten retos e intercambian opiniones fue una fuente de reflexiones que hoy, sábado, sobrevuelan la rutina doméstica.

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