Todo el mundo necesita un club de fans

Ayer tuve un día malo, pero malo de verdad. Podría describirlo con tantas expresiones manidas y todas serían ciertas: «Las desgracias nunca vienen solas», «Piensa mal y acertarás»… En fin. Ni tiempo tenía de levantar cabeza cuando, ¡zás!, la vida -o alguien en su nombre- arreaba el siguiente mamporrazo. Y a velocidad supersónica, sí señor, y en multiformato (desde que proliferan los canales de comunicación, las malas noticias no vuelan: se teletransportan).

Me he despertado hoy pensando que todos necesitamos un club de fans, que nos apoye en momentos así y también en los buenos momentos y nos anime a progresar.  ¿Y quiénes son los fans? Bueno, los de siempre (léase familia y amigos presenciales) y los que, en lenguaje de patio de colegio, llamaré «los nuevos»: personas a las que conocemos a través de la Red pero con las que igual no hemos coincidido nunca en la presencialidad. A ambos se sumarían las personas desconocidas que encarnan la «amabilidad del extraño», como el señor que te asiste si te roban en el metro, pongamos por caso.

A propósito del club de fans de cada quien, un par de reflexiones mañaneras adicionales:

1. Hay que armar el propio club antes de necesitarlo. ¿Cómo? Mi opción personal: «Compartir es crecer».  Participando en los clubs de fans de otras personas, apoyándolas a ellas, ayudándolas a avanzar (NA: aquí el reto está en alejarse de las personas tóxicas, que reciben pero se guardan de dar).

2. Hay que saber cómo pedir ayuda y cómo aceptarla. En un entorno hiperconectado y saturado de mensajes, en el que todos nos revelamos al otro proprocionando en linea abundante información privada, en el que el concepto «amigo» ha sido redefinido por las redes sociales, en el que, en consecuencia, *mucha* gente debería conocernos *bien*, resulta especialmente difícil emitir y recibir SOS.

Dicho lo cual, voy a ver a qué amiga/o puedo apoyar hoy. Feliz día.

 

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